Si [los átomos] no se desviaran así, todos caerían rectos,
Como gotas de lluvia, en el vacío sin fondo:
No se darían entre ellos ni encuentros ni choques;
Y la naturaleza no hubiera podido crear nada.
(Lucrecio, De rerum natura)

31.3.12

COMPLEJIDAD Y HEGEMONÍA EN LA POLÍTICA DE MOVIMIENTOS. EL CASO 15M.


Uno de los problemas fundamentales a los que se han enfrentado y se enfrentan las políticas de liberación en los últimos tiempos es la complejidad de los actores, fuerzas o posiciones sociales con los que necesitan contar para ser al menos viables. En esto el 15M no ha sido una excepción. De hecho, buena parte de su efectividad como movimiento se debe a los modos de operar que ha puesto en práctica para abordar la complejidad del descontento. De igual manera, cualquier desarrollo del 15M –tanto las migraciones que sus modos de hacer experimenten, así la marea verde, como los mestizajes en los que se implique, así su relación con otros movimientos y organizaciones– está suponiendo y va a suponer que esa complejidad aumente.
Pero, ¿qué estamos entendiendo aquí por “complejidad”? La complejidad a la que nos referimos no es ni una mera diversidad o multiplicidad indiferente de posiciones o tendencias, ni un exceso de diferencias que es necesario reducir para quedarnos con lo que nos une. La multiplicidad indiferente y el exceso reducible de diferencias son los dos extremos con los que queremos polemizar: consideramos que no son, en último término, sino formas de evacuar imaginariamente el problema del conflicto. Son propuestas que pretenden haber resuelto el problema antes de afrontarlo. La resolución que ofrecen es, por supuesto, normativa: la multiplicidad indiferente y la reducción del exceso de diferencias quieren funcionar como ideales regulativos.
La complejidad es, por el contrario, la correlación de diferentes fuerzas de fuerza diferente. Este modo de plantear la cuestión nos sitúa en un terreno completamente distinto. La complejidad no es ni lo que une ni lo que separa, sino la condición de toda unidad y de toda división. La complejidad no es lo que divide: lo que divide es la incapacidad para extraer de la complejidad una potencia común. La complejidad no es lo que une: lo que une es que una determinada concurrencia de diferentes fuerzas de fuerza diferente logra producir un efecto de intensificación recíproca de la capacidad de actuar. Es más, en la complejidad, la unidad o la división nunca son absolutas. En consecuencia, por sí misma, la complejidad es ambivalente, es amoral, es prenormativa: constituye toda coyuntura política; la complejidad no es buena o mala por sí misma, sino una cosa u otra, en cada caso, en relación con el deseo de aumentar nuestra capacidad de actuar.